Voces de madera y cristal



El pasado sábado 11 de agosto, se presentó en el Festival de Música del Maresme, en la Ermita de la Cisa (Premià de Dalt), el recital Veus de fusta i cristall (Voces de madera y cristal), interpretado por Montserrat Gascón, flauta de cristal, y Marina Rodríguez Brià, piano de mesa. Este recital, que ya se había estrenado anteriormente en el Festival Tiana Antica, congrega dos instrumentos de la primera mitad del siglo XIX en las manos de dos excelentes intérpretes expertas en este repertorio. Y es que la fortuna procuró que ellas dos se encontraran en el lugar y en el momento adecuado, coincidiendo en investigaciones personales relacionadas con su propio instrumento. Esto nos concede el privilegio de poder escuchar música en unos instrumentos originales de la época: un piano de 175 años y una flauta de 195.

Montserrat Gascón toca con una flauta de cristal y plata de cinco llaves construida por Claude Laurent (1774-1849) en París en 1823. Su tesis doctoral trata sobre la investigación de este instrumento y de su constructor. A modo de anécdota, entre muchos descubrimientos, Montserrat Gascón ha podido determinar que una flauta de cristal expuesta en el museo de música de Berlín perteneció a Meyerbeer. Gracias a ello, el museo ha podido encontrar y documentar la procedencia de este instrumento, hasta entonces de origen desconocido.



Marina Rodríguez Brià es estudiosa y experta en Muzio Clementi (1752-1832). Entre sus investigaciones tenía el interés de poder interpretar obras de este autor en un piano que el acercara a su época. Así, adquirió e hizo restaurar un Collard & Collard, late Clementi, Collard & Collard de 1843. Este instrumento sale de la fábrica que Clementi lideró durante más de treinta años y que continuaron sus socios y amigos, los hermanos Collard, que mantuvieron el nombre de Clementi en la etiqueta durante dos décadas después de su muerte. Este modelo mantiene las características de los últimos pianos de mesa fabricados en vida de Clementi, a pesar de que en los años cuarenta del siglo XIX ya había instrumentos más evolucionados.

El punto de partida del repertorio de este concierto es precisamente lo que une a estos dos instrumentos. Una serie de coincidencias confluyen en el tiempo y en el espacio y hace que todas las obras tengan alguna relación más o menos directa con Clementi. Es conocida la amistad y el vínculo de este compositor con Beethoven, de quien editó muchas obras en exclusiva en Londres. Las Variaciones sobre una canción popular rusa, opus 107, n 7 forman parte de un conjunto de temas variados de diferentes países para piano con acompañamiento de flauta o de violín, que incluyen también el opus 105, y que coinciden temporalmente con la Sonata opus 106, Hammerklavier, con la que, sin embargo, guardan una gran distancia conceptual. Las variaciones, obras sencillas pero sutiles, tienen que ver con un interés de muchos compositores por la música popular. Una faceta poco conocida de Clementi es que también había mostrado su interés por esta música. A modo de ejemplo, y siguiendo con temas de origen ruso, la pianista interpretó seis armonizaciones de Aries rusas para piano y, en la segunda parte, dos Monferrinas, piezas inspiradas en danzas típicas del Piamonte.

El significado del Impromptu para flauta sola de Drouet en este programa no es difícil de explicar. Louis Drouet, un brillante intérprete, tocaba con una flauta de cristal de Claude Laurent, obsequio de Napoleón Bonaparte. En la velada en que recibió la flauta de las manos del emperador, estaba presente Dussek, amigo de Clementi y gran pianista de la escuela londinense, de quien también pudimos escuchar una Sonata. Drouet, además, tocaba a dúo con Mendelssohn, quien, a su vez, era alumno de Ludwig Berger, un discípulo de Clementi. Mendelssohn había sido asiduo visitante de la casa de Clementi en Londres cuando la ocupaba su secretario y amigo, William Horsley. Dos de las Romanzas sin palabras interpretadas en el programa habían sido dedicadas a una de las hijas de Horsley.



La propuesta de Gascón y Rodríguez de comenzar con la Sicilienne de Maria Theresia von Paradis responde, según ellas, a la voluntad de seducir de golpe al público con la sonoridad singular de estos instrumentos. La belleza de esta melodía, exquisitamente interpretada por las concertistas, capta inmediatamente la atención y sitúa el oído en la nueva dimensión sonora que se mantendrá a lo largo de todo el concierto. La flauta tiene un sonido puro, tal vez más cercano a la flauta moderna que al traverso, y el piano se encuentra a medio camino entre la sonoridad de la cuerda y de la madera. Al tratarse de un piano destinado al uso doméstico, el volumen del instrumento en ningún momento supera al de la flauta.

La Ermita de la Cisa se llenó completamente y el público siguió con mucho interés el recital que, además, iba acompañado de breves explicaciones por parte de las artistas. Un concierto muy atractivo que propone novedades, interpela al oyente y plantea muchas cuestiones sobre el repertorio inhabitual.




Voces de madera y cristal

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